jueves, 19 de septiembre de 2019

APOPHENIA: ALE HOP. Reseña.


APOPHENIA
ALE HOP
Buh Records
(2019)
La cuarta entrega sonora de Alejandra Cárdenas, Ale Hop, nos lleva a terrenos aún más abstractos y complejos que los explorados en “Bodiless” (2018), demostrando que su arriesgada placa solo fue el principio de un sendero cada vez más ambicioso, atrevido y sin límites, cuya música resulta indescifrable y, donde solamente nos queda intentar explicarla.
En nuestra última conversación con Alejandra, a raíz de su anterior trabajo, la artista nos comentaba que había “construido los ‘tracks’ como quien [edifica] el diseño sonoro de una película”. Para esta nueva aventura, Cárdenas parte de la misma premisa, pues como manifiesta el “press kit” del LP, este “sugiere paisajes posibles y reinventados. Junto con grabaciones de campo y guitarras eléctricas atmosféricas, la compositora peruana entrelaza territorios desconocidos, imitando las reverberaciones de montañas y océanos, pero también cielos grises y ciudades violentas, con texturas de guitarras eléctricas mezcladas con ocasionales textos hablados que nos remiten al diseño sonoro de una película”.
Si bien el punto de impulso de este disco es similar al anterior, los resultados son notablemente diferentes y más halagadores, pues la exploración sónica emprendida por Ale, ha ido más allá de lo esperado, su experimentación con las cuerdas y la multiplicidad de sonidos que ha logrado arrancar de estas, atestiguan de una labor esmerada e intensa con su guitarra, teniendo como apoyo sus aparatos electrónicos. Tales ensayos, demuestran influencias del lado más “avant-garde” de Sonic Youth o Jim O'Rourke, quien también llegó a ser parte de los neoyorquinos.  
Sonidos metálicos imitando gotas de agua, resuenan en medio de una ambientación inhóspita, tornándose cada vez más misteriosa para rozar con lo claustrofóbico se dejan escuchar en la inicial “Augury” que, por sus acepciones, bien podría tratarse del intento de plasmar la representación sonora del presagio o simplemente el proceso de depuración de aplicaciones. Sigue “Side Effects”, la primera descarga visceral de ruido, de características, llamémosle visual, para recrear ambientes desconcertantes, con Ale susurrando, hablando robóticamente desde alguna base espacial o seduciéndonos maquiavélicamente, por momentos perturbándonos hasta rozar con lo macabro.  
En “El Beso”, una serie de percusiones y ruidos inclasificables, surgen sigilosamente de manera espontánea, para replicarse y retorcerse sobre una marea de enrarecidas sonoridades, combinándose con inquietantes golpes de lúdico casiotone o consola de Attari. Mientras que en “Lima”, tras un prolongado preámbulo de sonoridades misteriosas, Ale desata una agresividad maquinal dispuesta a volarnos los sesos, para que divaguemos por los terrenos del caos, que solo aquella megalópolis capitalina es capaz de ofrecernos, lográndonos revisitar episodios perdidos en el subconsciente, durante nuestros periplos por la Ciudad de los Reyes a lo largo de nuestras vidas.     
Ruidismo ambiental, “adornado” con voces desconcertantes, da paso al inicio de la segunda parte de la obra con “Onomatopoeia”, pieza en la que también se suceden ruidos tenebrosos, enigmáticos y hasta acuáticos. Luego en “Puñales”, Ale adopta la progresión de cuerdas del yaraví ecuatoriano del mismo nombre compuesto por Ulpiano Benitez, para situarlas entre la disonancia y la calidez. Prosigue “Apophenia (Cielo Azul)”, pista que da nombre al álbum y que se caracteriza por su ensordecedora e irritante sonoridad, cuyos chirridos y tratamientos aleatorios, sintetiza el plan de Hop para su registro. Finalmente, una sucesión de sonidos maquinales, frecuencias que nos se hallan entre sí, “feedbacks” y sonoridad mutante que aparentemente buscan engranarse, comienzan a encontrar “armonía” y fluir para estrellarse con otro desfile de suciedad sonora en “Marches”.
Definitivamente estamos ante un disco complejo, quizás a primera escucha hasta parezca indigerible, pero valdrá la pena ir degustándolo una y otra vez, para ir descubriendo los voluminosos detalles con la que Ale Hop ha esculpido su audaz obra, atributo que nadie puede negarlo.        


viernes, 13 de septiembre de 2019

ETERNO RETORNO:PERRA VIDA. Reseña

ETERNO RETORNO
PERRA VIDA
Goh Records
(2019)
Tras un año de su poderoso EP debut, los liderados por Diana Matos nos presentan su primer álbum, “Eterno Retorno”, disco que, si bien da menos cabida a la bulla para dar paso a un “hardcorepunk” de rasgos más melódicos, el espíritu contestatario, panfletario y crítico, persiste.
Diez fugaces petardos sonoros, que en el mejor de los casos apenas llega a los tres minutos de duración, son suficiente para dejarnos bien en claro las consignas de la banda, que desde hace un buen tiempo cuenta con el ingreso de Chiki en el bajo, en lugar de Tina Crisis, además de repetir diseñadores en la creación de su peculiar portada, conformada por la dupla Tania Brun-Joao Kolera.
Desde los tiempos de Alias La Gringa, Matos no se ha caracterizado precisamente por ser una vocalista esplendida, pero sí por poseer una personalidad de una actitud y carisma que la hace única, hasta ahora tengo en mi retina su performance con las Gringas hace algunos años en el Quinqué. Bueno, su peculiar estridencia en el canto es uno de los caballos de batalla de la galopante propuesta sónica de la banda, encarnando la ansiedad, frustración y hastío que manifiesta en sus liricas, que no necesitan de la verborrea para llegar al punto del mensaje, allí tenemos “Noticias Podridas” (“Violencia televisiva/ Violencia permitida/Morbo y misoginia/A la vuelta de la esquina) o “Instinto” (Y si mañana, (instinto, instinto)/ sueño con tu cara/(distinto, distinto)/Ahora sé que no, (enfermedad, enfermedad) significo nada” como corolarios.
Eterno Retorno sigue siendo, al igual que su placa predecesora, un recipiente para discurso combativo a la misoginia y otros males que acosan a la mujer de nuestros días, como por ejemplo “Mis Mercenarios”, postulado de dónde nació el nombre de la banda, así como el desengaño amoroso. Aunque aquí también hay manifiestos anti-xenófobos como “La Marcha” o “anti-macho alfas” como “Fachito”.  
Finalmente, la avasalladora base rítmica conformada por Alejandro (Guitarra), Chiki (Bajo) y José (Batería) prosiguen creando música visceral y vertiginosa, dispuesta a saciar al ser adicto a pogo.

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