viernes, 16 de mayo de 2014

MARISSA NADLER: NOSTALGIA QUE ENCANTA



JULY
MARISSA NADLER
BELAL UNION (2014)
Marissa Nadler reniega de la etiqueta “folk-etéreo” o “dream-folk” y hasta “fantasmagórica” con la que ha sido asociada su música, pero tras escuchar su bellísimo álbum July,  resulta difícil encontrarle otra descripción al estilo musical desarrollado por la artista en su sexta larga duración lanzada en febrero pasado, repleta de sonidos que recrean oníricos parajes. Si Julia Holter y su magnífico “Loud City Song” fue lo mejor del 2013,  la hermosa voz de la cantautora americana y la ensoñadora acústica de July   van directo a convertirse en lo mejor del 2014. Nuevamente uno de mis discos favoritos del año es concebido por una mujer. Dios las tenga en su gloria.
Y no es una exageración, pues pocas obras musicales como la realizada por Nadler pueden producir efectos tan poderosos en el ser humano.  Escuchar July se convierte en todo un acontecimiento, pues es para disfrutarlo en la soledad de nuestra habitación recostado sobre nuestra cama y contemplando la nada, en donde su música logra “dibujarnos” escenas y paisajes embargados por la ternura,  la nostalgia, la tristeza, el romance, el fracaso y otros sentimiento similares por los que ha transitado nuestra existencia. En donde la voz y la música de Marissa Nadler resulta semejante al consolador regazo de una madre cuando albergaba  nuestros lamentos, llantos y crujir de dientes pero que sabíamos no solucionaban  los problemas pero si nos ofrecían resignación y esperanza de que las cosas mejorarán.
Natural de Massachusetts pero ahora radicada en Boston, Marissa Rachael Nadler, no es una advenediza ni su obra reducida, el pasado 5 de abril cumplió sus 33 años y su actividad musical se remonta al 2000, teniendo cinco álbumes como antecesores a July : Ballads of Living and Dying (2004) , The Saga of Mayflower May (2005),  Songs III: Bird On The Water (2007), Little Hells (2009) y Marissa Nadler (2011) lanzado bajo su propio sello discográfico. Además de un número considerable de EPs en su haber. Entre sus influencias destaca la obra del gran Edgar Allan Poe y la música de Leornard Cohen y Joni Mitchell. A pesar de su respetable producción su carrera ha sido caracterizada por el silencio comercial en contraste con el aplauso recibido por parte de la crítica especializada. Y es que Marissa Nadler es sin temor a equivocarme la mejor artista folk de los últimos años y una de las mejores voces del planeta.
Hija de una artista de pintura abstracta, Marissa durante su adolescencia compondría algunas piezas musicales, pero consideraba a la música como un hobby y siguiendo los pasos de su madre estudiaría pintura en la Rhode Island School of Design, donde obtuvo el grado de Bachiller  en el 2003 y obtendría un Master’s degree al año siguiente. Es más tras la salida de su epónimo quinto álbum Marissa Nadler había decidido dejar por completo la música, hasta vendió sus instrumentos, dedicándose a ser maestra en una escuela de pintura pero la gente de Sacred Bones Records la convenció de continuar con la música. Todo ese bagaje plástico Marissa Nadler lo ha volcado a su música, pues  tras escuchar July uno llega a la conclusión de que se trata de una obra de arte, en donde Nadler nos pinta nostálgicos paisajes.
En esta ocasión a Marissa parece no importarle mostrarnos su lado más frágil y vulnerable, derrochando una honestidad extraída de las profundidades más turbias de su alma, retratándonos con sus letras escenas tan trágicas pero comunes de la vida como el desamor, la ruptura amorosa,  la desolación, y una ciudad sumida en la rutina de sus habitantes por la que atraviesa y canta con melancolía, desesperanza y algunas veces de manera fantasmagórica sus propios recuerdos, apoyados por sonoridades de añejo folk.
July  posee un sonido gris pues trasmite las emociones de las diversas vicisitudes de la vida, rescatando la belleza que podemos encontrar en cada una de ellas a pesar de lo adversas que sean. Esas que  a veces las lágrimas nos impiden contemplar. El verdadero amor, aquel que no es dominado por la fantasía sino  que está dispuesto a aceptar la realidad y a tomar las cosas con resignación. Aunque parece contarnos parte de nuestra historia, Marissa ensaya una suerte de catarsis para liberarse de sus penas amorosas ocurridas un 4 de julio (“Firecrackers”), por ello el título del disco, que fue grabado en Seattle y producido por Randall Dunn reconocido por sus trabajos con bandas de doom y black metal,  otorgándole ese ambiente sonoro grisáceo que predomina en la obra.   
Desde el inicio las delicadas y ensoñadoras cuerdas acústicas de “Drive” nos introducen a un mundo introspectivo, íntimo, que a la vez nos resulta familiar pues solo es conocido por nosotros, ambientado por nostálgicas melodías y voces fantasmales que escarban en nuestros recuerdos más profundos, y donde la pedal steel guitar irrumpe para esparcir rasgos sombríos. Luego en  “1923” sus oscuras cuerdas y sonidos crean una atmosfera vaporosa, que nos trae a la memoria parte de la obra del gran Leonard Cohen. Un esplendido soundtrack para un largo viaje mirando por la ventana los paisajes de la carretera, extrañando y torturándonos con aquello que hemos dejado atrás.
La hermosísima voz de Marissa  se vuelve omnipresente en Firecrackers”, dejando relegada la instrumentación en un segundo plano, situándonos en medio del lamento en pleno sunset, otra vez añorando aquello que nunca volverá.  Mientras que en la tierna “We are Coming Back” la cantautora halla solaz en su hogar de infancia.
Los primeros acordes de las cuerdas acústicas, acompañando la voz de Marissa van creando una imperceptible sensación ascendente tras la introducción del ensoñador sintetizador en la espectral “Dead City Emily”, logrando un ambiente sonoro ideal para un árido paisaje. Sigue “Was It A Dream” que se convierte quizás en el tema menos minimalista del álbum, dando paso a un mayor protagonismo instrumental. En  “I’ve Got Your Name” la Nadler  explora otras texturas sonoras alejadas a las ambientaciones grises del resto del álbum, mostrando mayor cercanía con el R & B, gracias a su voz y al acompañamiento de piano, pero sin perder esa aura introspectiva de July. 
La densa “Desire”, es una sutil pieza que poco a poco nos va alojando en un imperceptible y glacial in crescendo, de apacibles ambientes. En “Anyone Else”  sus cíclicas cuerdas resultan hipnóticas y los coros de Nadler colindan con el más allá. Nuevamente los sonidos provenientes del nailon y la madera crean taciturnos paisajes  en “Holiday In”. Finalmente  Nothing In  My Heart” nos causa esa horrible pero atractiva sensación de vacío que muchas veces hemos experimentado en el pecho, con esto Marissa nos anuncia la triste despedida de este apesadumbrado álbum, con una desesperanzadora voz acompañada por un apenado piano. El adiós perfecto para este fantástico, bello y delicado disco, el último resplandor del atardecer, el colofón idóneo para lo que ha significado disfrutar este trabajo: una travesía por nuestros recuerdos, de la que Marissa gracias a su hermosa voz y onírica música nos ha hecho volver a contemplarlos.
Finalmente, la portada del álbum refleja a la perfección el concepto del mismo, a pesar de lo oscuro del pasado y de lo que aún puede parecer el  presente, existe un futuro radiante aunque este no sea por ahora tan claro para nosotros. Espero con gran ansiedad los trabajos venideros de Marissa y que sigan alumbrando el camino por delante.   

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