JULY
MARISSA
NADLER
BELAL
UNION (2014)
Marissa Nadler reniega de la
etiqueta “folk-etéreo” o “dream-folk” y hasta “fantasmagórica” con la que ha
sido asociada su música, pero tras escuchar su bellísimo álbum July,
resulta difícil encontrarle otra
descripción al estilo musical desarrollado por la artista en su sexta larga
duración lanzada en febrero pasado, repleta de sonidos que recrean oníricos
parajes. Si Julia Holter y su magnífico “Loud City Song” fue lo mejor del
2013, la hermosa voz de la cantautora
americana y la ensoñadora acústica de July van directo a convertirse en lo mejor del
2014. Nuevamente uno de mis discos favoritos del año es concebido por una
mujer. Dios las tenga en su gloria.
Y no es una exageración, pues
pocas obras musicales como la realizada por Nadler pueden producir efectos tan
poderosos en el ser humano. Escuchar July
se convierte en todo un acontecimiento, pues es para disfrutarlo en la soledad
de nuestra habitación recostado sobre nuestra cama y contemplando la nada, en
donde su música logra “dibujarnos” escenas y paisajes embargados por la
ternura, la nostalgia, la tristeza, el
romance, el fracaso y otros sentimiento similares por los que ha transitado nuestra
existencia. En donde la voz y la música de Marissa Nadler resulta semejante al
consolador regazo de una madre cuando albergaba nuestros lamentos, llantos y crujir de dientes
pero que sabíamos no solucionaban los
problemas pero si nos ofrecían resignación y esperanza de que las cosas
mejorarán.
Natural de Massachusetts pero
ahora radicada en Boston, Marissa Rachael Nadler, no es una advenediza ni su
obra reducida, el pasado 5 de abril cumplió sus 33 años y su actividad musical se
remonta al 2000, teniendo cinco álbumes como antecesores a July : Ballads
of Living and Dying (2004) , The Saga of Mayflower May (2005),
Songs III: Bird On The Water (2007), Little
Hells (2009) y Marissa Nadler (2011) lanzado bajo
su propio sello discográfico. Además de un número considerable de EPs en su
haber. Entre sus influencias destaca la obra del gran Edgar Allan Poe y la
música de Leornard Cohen y Joni Mitchell. A
pesar de su respetable producción su carrera ha sido caracterizada por el
silencio comercial en contraste con el aplauso recibido por parte de la crítica
especializada. Y es que Marissa Nadler es sin temor a equivocarme la mejor
artista folk de los últimos años y una de las mejores voces del planeta.
Hija de una artista de pintura
abstracta, Marissa durante su adolescencia compondría algunas piezas musicales,
pero consideraba a la música como un hobby y siguiendo los pasos de su madre
estudiaría pintura en la Rhode Island School of Design, donde obtuvo el grado
de Bachiller en el 2003 y obtendría un
Master’s degree al año siguiente. Es más tras la salida de su epónimo quinto
álbum Marissa Nadler había decidido dejar por completo la música, hasta vendió
sus instrumentos, dedicándose a ser maestra en una escuela de pintura pero la
gente de Sacred Bones Records la convenció de continuar con la música. Todo ese
bagaje plástico Marissa Nadler lo ha volcado a su música, pues tras escuchar July uno llega a la
conclusión de que se trata de una obra de arte, en donde Nadler nos pinta nostálgicos
paisajes.
July posee
un sonido gris pues trasmite las emociones de las diversas vicisitudes de la
vida, rescatando la belleza que podemos encontrar en cada una de ellas a pesar
de lo adversas que sean. Esas que a
veces las lágrimas nos impiden contemplar. El verdadero amor, aquel que no es
dominado por la fantasía sino que está dispuesto
a aceptar la realidad y a tomar las cosas con resignación. Aunque parece
contarnos parte de nuestra historia, Marissa ensaya una suerte de catarsis para
liberarse de sus penas amorosas ocurridas un 4 de julio (“Firecrackers”), por
ello el título del disco, que fue grabado en Seattle y producido por Randall
Dunn reconocido por sus trabajos con bandas de doom y black metal, otorgándole ese ambiente sonoro grisáceo que predomina
en la obra.
Desde el inicio las delicadas y
ensoñadoras cuerdas acústicas de “Drive” nos introducen a un mundo
introspectivo, íntimo, que a la vez nos resulta familiar pues solo es conocido
por nosotros, ambientado por nostálgicas melodías y voces fantasmales que
escarban en nuestros recuerdos más profundos, y donde la pedal steel guitar
irrumpe para esparcir rasgos sombríos. Luego en
“1923” sus oscuras
cuerdas y sonidos crean una atmosfera vaporosa, que nos trae a la memoria parte
de la obra del gran Leonard Cohen. Un esplendido soundtrack para un largo viaje
mirando por la ventana los paisajes de la carretera, extrañando y torturándonos
con aquello que hemos dejado atrás.
La hermosísima voz de Marissa se vuelve omnipresente en “Firecrackers”,
dejando relegada la instrumentación en un segundo plano, situándonos en medio
del lamento en pleno sunset, otra vez añorando aquello que nunca volverá. Mientras que en la tierna “We are Coming
Back” la cantautora halla solaz en su
hogar de infancia.
Los primeros acordes de las cuerdas acústicas,
acompañando la voz de Marissa van creando una imperceptible sensación
ascendente tras la introducción del ensoñador sintetizador en la espectral
“Dead City Emily”, logrando un ambiente sonoro ideal para un árido paisaje. Sigue
“Was It A Dream” que se convierte quizás en el tema menos
minimalista del álbum, dando paso a un mayor protagonismo instrumental. En “I’ve Got Your Name” la Nadler
explora otras texturas sonoras alejadas a las ambientaciones grises del
resto del álbum, mostrando mayor cercanía con el R & B, gracias a su voz y
al acompañamiento de piano, pero sin perder esa aura introspectiva de July.
La densa “Desire”, es una sutil pieza
que poco a poco nos va alojando en un imperceptible y glacial in crescendo, de apacibles
ambientes. En “Anyone Else” sus cíclicas
cuerdas resultan hipnóticas y los coros
de Nadler colindan con el más allá. Nuevamente los sonidos provenientes del
nailon y la madera crean taciturnos paisajes en “Holiday In”. Finalmente “Nothing
In My Heart” nos causa esa horrible pero atractiva sensación de
vacío que muchas veces hemos experimentado en el pecho, con esto Marissa nos
anuncia la triste despedida de este apesadumbrado álbum, con una
desesperanzadora voz acompañada por un apenado piano. El adiós perfecto para
este fantástico, bello y delicado disco, el último resplandor del atardecer, el
colofón idóneo para lo que ha significado disfrutar este trabajo: una travesía
por nuestros recuerdos, de la que Marissa gracias a su hermosa voz y onírica
música nos ha hecho volver a contemplarlos.
Finalmente, la portada del álbum refleja a la
perfección el concepto del mismo, a pesar de lo oscuro del pasado y de lo que
aún puede parecer el presente, existe un
futuro radiante aunque este no sea por ahora tan claro para nosotros. Espero con
gran ansiedad los trabajos venideros de Marissa y que sigan alumbrando el
camino por delante.
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