KATALAXIA
grita
lobos
A Tutiplén Records
(2017)
Personalmente desconozco los
efectos “redentores” y “purificadores” de la ayahuasca, pero sí los de la música,
ante el tedio y la rutina, su poder catártico y cómo paradójicamente este arte “banal”,
para algunos, logra liberarnos de lo mundano y unirnos como comunidad, ya sea
en un concierto, en una pista de baile o en la soledad de nuestras habitaciones.
Y hago todo este preámbulo, a raíz del nuevo trabajo del proyecto (en modo incógnito)
grita lobos, Katalaxia, un disco
conceptual que gira en torno a “un viaje que empieza como una huida de la
ciudad y las corporaciones, para entrar a un estado de conciencia modificada”
por el brebaje amazónico.
La palabra deriva del griego “katallasso”,
que significa también «admitir en la comunidad» y «pasar de enemigo a amigo», y
es una “teoría sobre los intercambios en un orden espontáneo, sin objetivos
comunes ni planificados entre las personas”; cuyas siete piezas testifican de
esa naturalidad, anunciada como “luminosa, enérgica y expansiva”. Sin embargo,
considero que se trata de un material todavía más enigmático que su predecesor.
Esta segunda entrega del productor
misterioso, es un trabajo que requiere una atenta audición para su
interpretación, que va desde sonoridades, llamémosle, convencionales de la
electrónica para mutar a otras más abstractas, representando la concepción ya
descrita. Desde el saque, los beats y teclados ascendentes, acompañados por la
sombría voz de Santiago Pillado (El Hombre Misterioso), nos arrastran hacia una
vorágine electrónica, con el hibrido “interzone inc. pt.II”, envolviéndonos con
sus ambientes trance, house, dark-wave y por instantes luciendo punteos Depeche
Mode era “Playing The Angel”, así como
misteriosos ¿aullidos? (¿de lobo?).
A los oscilantes ruidos
electro y correcta base rítmica de “curiosity”, la ascendente guitarra de Efrén
Castillo (Liquidarlo Celuloide/Moldes), le otorga dimensiones siderales, así
como logrando una perfecta ambientación de club nocturno, donde gobierna el
hedonismo. Hasta aquí hemos estado en la ciudad, pues con “dimetrilptamina”,
pieza que sirve de eslabón para comprender la obra, empieza el recorrido por
los senderos psicóticos y alucinógenos, y es que el tema hace referencia al “principal
compuesto químico del brebaje, generando una experiencia que sana el cuerpo,
ilumina la mente e integra a las personas en comunidad”, resultando musicalmente
hipnótica sus machacantes caja de ritmos, loops, espaciales synths y sus sutiles
guitarras New Order, logrando sensaciones psicodélicas.
La parte más experimental y
abstracta del disco se exhibe con la indeterminada “la soga de los espíritus”, sucediéndose
una serie de sonidos magnéticos y “extraídos” del cosmos, intentando sonorizar
ese poder de la planta para conducir a “los límites de la vida…el medio para
unir el mundo de los vivos y los muertos”, yuxtaponiéndose sobre su final los
filosos feedbacks que ejecuta el guitarrista Efrén Castillo. Luego las coquetas
pulsaciones computarizadas de “karampi” (nombre ashánika para la ayahuasca) son
un prefacio para el variopinto desfile de sonidos robóticos que irán
transitando, en medio de una atmósfera misteriosa nuevamente asociada con las
cuerdas de Castillo, hasta que sorpresivamente la pieza se “desenchufa”.
La volátil voz de Katia De La
Cruz, llena el espacio y predomina sobre las capas frenéticas, discotequeras y psicodélicas
en la delirante “the far east”, cuya ambientación dancística parece
interminable, pero justo allí, asoma una etérea percusión étnica, volviendo más
adictiva la pieza, hasta que unos sonidos resonantes marcan su fin.
Concluye esta expedición espirituosa y redentora, que la música también es capaz de lograr, con la vertiginosa “katallaso”, pieza que va adquiriendo rasgos enigmáticos, gracias a sus lóbregos beats (¿Depeche Mode etapa “A Broken Frame”?) hasta convergir en una maraña de sonidos caóticos y ensordecedores, anunciándonos el final de nuestra catarsis y el retorno a la monotonía de la vida real. Un disco surrealista e ideal para dar rienda suelta a nuestras placenteras utopías.
Concluye esta expedición espirituosa y redentora, que la música también es capaz de lograr, con la vertiginosa “katallaso”, pieza que va adquiriendo rasgos enigmáticos, gracias a sus lóbregos beats (¿Depeche Mode etapa “A Broken Frame”?) hasta convergir en una maraña de sonidos caóticos y ensordecedores, anunciándonos el final de nuestra catarsis y el retorno a la monotonía de la vida real. Un disco surrealista e ideal para dar rienda suelta a nuestras placenteras utopías.
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