ZETANGAS
AND THE MONSTER OF COMIDA
(2019)
Dos
años atrás honrábamos al “Paradiso Eterno” como la obra cumbre de Carlos García
“Zetangas”, sin embargo, esta nueva aventura sónica del guitarrista nacional
radicado en Suecia resulta apoteósica. Su quinto acto en solitario es un onírico
viaje entre cuerdas y bases sintéticas de rasgos etéreos y minimalistas.
Sobre
su peculiar título, García nos comenta que es “un homenaje a una persona muy especial en mi vida. Su relación tiene
que ver con la paciencia, amor y la tranquilidad emocional”.
Volviendo
al sonido del disco, puedo sonar incoherente lo que vamos a decir, pero muestra
un sonido “lo fi”, sin ser “lo fi”, pues este no ha sido procesado para sonar
así, sino que simplemente ha sido capturado tal como sale, a veces precario, áspero,
sin retoques. Al respecto Zetangas nos confiesa más bien que la base de “synthes”
y sus cimientos minimalistas han sido más trabajados. Así pues, esa simbiosis
entre su cromática guitarra, sintetizadores y programaciones, emprendida desde Gbone
(2015), en esta jornada sonora se ha visto superada por la supremacía de sus artilugios
electrónicos para construir ambientaciones psicodélicas.
La
nueva obra de Zetangas también se caracteriza por ser la primera en la que participa
la voz humana, a cargo de una amiga del músico quien prefirió el anonimato.
Lo abstracto
y experimental están presentes en dos bloques de piezas, nombradas como “S/T
Interlude” y “Neonati Deforme”, las del primer grupo mencionadas como “007, 008
y 009” respectivamente, donde confluyen arpegios y sintetizadores disonantes
para crear paisajes tantos enigmáticos como cálidos, mientras que, del segundo
grupo, denominadas “001” y “002”, en la primera pieza sobre marañas
electrónicas y sonoridades de rasgos aleatorios y lúdicos, surgen guitarras
siderales, muy diferente la segunda, en donde su melódico inicio no nos hace
sospechar del avenimiento de cuerdas indeterminadas.
Las
guitarras de corte oriental, presentes en anteriores entregas, pegan la vuelta
en “Laila-Laila-Laila”, para que transiten las voces etéreas de su cantante. En
“Estereoscopio”, sus nostálgicas cuerdas resultan conmovedoras. Sobre una
amalgama de melodías y sonidos enrarecidos circula la tenue interpretación de
su vocalista en “Bosque Blanco”.
Los psicodélicos
toques de órgano en “Mosaico Árabe”, nos dejan eclipsados, preparándonos para
ser sometidos al mejor corte del álbum, “Mundo Monster Cuando No Soy Yo!!!”,
tema que alza vuelo con el sonido de una precaria caja de ritmo, que luego da
paso a unos intensos teclados y en medio de ellos sobresalir una proclama
vociferante emprendida por su cantante, para sucederse teclados más saturados, sobre
melodías ruidistas. La quietud llega con la reflexiva “Enciérralo De Espalda”, aunque
también transitan voces sampleadas, ambientes y chirridos. Más enajenada se
muestra “Zucchini Asimétrico”, con sus teclados jugando a recrear voces
fantasmales.
Para
el tramo final, Zetangas nos regala toda la aspereza de sus guitarras en “Todo
Lo Que El Mounstro Se Comió” y los cálidos arpegios de “Mar De Marte”.
Zetangas
asume su evolución sonora no como un acto que parte de algún afán innovador,
sino sencillamente de desligarse de algunos rasgos musicales que aún quedan,
para hacer lo que le gusta y como él quiere que suene.
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