14
BALADAS, ENTREGAS BREVES DE AMOR Y DESARRAIGO
COCAÍNA
A
TUTIPLÉN RECORDS (2014)
Impulsados por la recomendación “para un musiquero con guitarra” que sugiere el poema 14 de las “Baladas” del libro Ave soul (1973) del poeta Jorge Pimentel, fundador del movimiento Hora Zero, la banda limeña nos entrega su segundo trabajo, un furibundo álbum conceptual de rock visceral, donde cada episodio o canción comienza con la frase “dejar la ciudad…” para introducirnos a un enardecido entorno sonoro. Los Cocaína ya habían plasmado poemas de Bertold Bretch, Crimson Sinclair y José de Gorostiza en su primer y epónimo disco, pero en esta ocasión asimilan “la balada” de Pimentel, para descomponerla en 14 piezas de delirante y asfixiante rock, donde las voces desaforadas de su vocalista, Ignacio Briseño, calza a la perfección con ese ambiente frenético y crudo que presenta la obra.
En los documentales promocionales del disco, el propio Jorge Pimentel ha manifestado su satisfacción con la musicalización de su poema, señalando que en su conjunto el álbum plasma la visión musical que tenía sobre su obra, destacando además el desarraigo mostrado por la banda para tocar y a la vez confesando que la voz y guitarra lo pusieron “telúrico”. Y es que los catorce temas que forman parte del disco, tienen como base un versátil y psicodélico rock’n’roll, a través de sonoridades “garage” y de distorsión, que terminan sacudiéndonos una contundente descarga musical que resulta por cierto catártica.
Las “14 baladas” como indica su título, son breves, transcurren de manera rápida, vertiginosa y con una alta dosis de adrenalina, donde no existe un solo instante para el reposo. El ahora quinteto, gracias a la inclusión de teclados y una guitarra rítmica, experimenta a lo largo de la obra con diversos estilos a través de la historia del rock, que van desde la caótica y delirante eclosión sonora de “I” para transformarse en melódica psicodelia que brotará hacia el melodioso ruidismo de “II”, para de ahí mutar a la “rola” blusera-jazzística “III” y luego saltar hasta el contemporáneo post-punk de “IV”, las combinaciones bluseras, psicodélicas, Funky y por ahí algunos rabiosos “rapeos” en “V”, “VI” y “VII”. En “VIII” el rock’n’roll hace su reaparición mientras que el new wave asoma en “IX”, de otro lado toques electrónicos y hip-hop se combinan en la sugerente “X”, esas mismas sonoridades urbanas se repetirán en “XII”. Ciertas atmosferas “indies” son introducidas en “XI” -finamente decoradas por el violín de Lucia Vivanco (Yushimi)- y “XIII”. Finalmente en la guitarrera “XIV”, la sonoridad de unos estrepitosos riffs combinándose con delirantes teclados se van deformando hasta derivar en una chirriante línea de guitarra que termina regresándonos a la eclosión sonora inicial de “I”, dejándose oír nuevamente el estribillo “dejar la ciudad”. ¿Es que acaso quieren darnos la idea por medio de esos sonidos, que nunca podremos salir de la ciudad (el entorno, la vida, los desafíos), o el enfrentamiento con ella será una intensa lucha cíclica y eterna?.
Impulsados por la recomendación “para un musiquero con guitarra” que sugiere el poema 14 de las “Baladas” del libro Ave soul (1973) del poeta Jorge Pimentel, fundador del movimiento Hora Zero, la banda limeña nos entrega su segundo trabajo, un furibundo álbum conceptual de rock visceral, donde cada episodio o canción comienza con la frase “dejar la ciudad…” para introducirnos a un enardecido entorno sonoro. Los Cocaína ya habían plasmado poemas de Bertold Bretch, Crimson Sinclair y José de Gorostiza en su primer y epónimo disco, pero en esta ocasión asimilan “la balada” de Pimentel, para descomponerla en 14 piezas de delirante y asfixiante rock, donde las voces desaforadas de su vocalista, Ignacio Briseño, calza a la perfección con ese ambiente frenético y crudo que presenta la obra.
En los documentales promocionales del disco, el propio Jorge Pimentel ha manifestado su satisfacción con la musicalización de su poema, señalando que en su conjunto el álbum plasma la visión musical que tenía sobre su obra, destacando además el desarraigo mostrado por la banda para tocar y a la vez confesando que la voz y guitarra lo pusieron “telúrico”. Y es que los catorce temas que forman parte del disco, tienen como base un versátil y psicodélico rock’n’roll, a través de sonoridades “garage” y de distorsión, que terminan sacudiéndonos una contundente descarga musical que resulta por cierto catártica.
Las “14 baladas” como indica su título, son breves, transcurren de manera rápida, vertiginosa y con una alta dosis de adrenalina, donde no existe un solo instante para el reposo. El ahora quinteto, gracias a la inclusión de teclados y una guitarra rítmica, experimenta a lo largo de la obra con diversos estilos a través de la historia del rock, que van desde la caótica y delirante eclosión sonora de “I” para transformarse en melódica psicodelia que brotará hacia el melodioso ruidismo de “II”, para de ahí mutar a la “rola” blusera-jazzística “III” y luego saltar hasta el contemporáneo post-punk de “IV”, las combinaciones bluseras, psicodélicas, Funky y por ahí algunos rabiosos “rapeos” en “V”, “VI” y “VII”. En “VIII” el rock’n’roll hace su reaparición mientras que el new wave asoma en “IX”, de otro lado toques electrónicos y hip-hop se combinan en la sugerente “X”, esas mismas sonoridades urbanas se repetirán en “XII”. Ciertas atmosferas “indies” son introducidas en “XI” -finamente decoradas por el violín de Lucia Vivanco (Yushimi)- y “XIII”. Finalmente en la guitarrera “XIV”, la sonoridad de unos estrepitosos riffs combinándose con delirantes teclados se van deformando hasta derivar en una chirriante línea de guitarra que termina regresándonos a la eclosión sonora inicial de “I”, dejándose oír nuevamente el estribillo “dejar la ciudad”. ¿Es que acaso quieren darnos la idea por medio de esos sonidos, que nunca podremos salir de la ciudad (el entorno, la vida, los desafíos), o el enfrentamiento con ella será una intensa lucha cíclica y eterna?.
Cocaína. Fotografía de Héctor Delgado |
En
declaraciones al sitio web Sonidos.pe los músicos han manifestado que este nuevo álbum significó
un “recorrido hacia un nuevo sonido, hacia una nueva relación
musical. Estos poemas, estas canciones, fueron el norte para ello, fueron una
forma concreta de abordar la aventura de dejar de ser lo que éramos y ser algo
nuevo siendo los mismos. Y
básicamente ese es el motivo recurrente del poema: dejar la ciudad. Dejar
aquello conocido, aquello que te ha formado y deformado, y a la par, la
imposibilidad de hacerlo, porque siempre lo llevas dentro.” Cocaína pues nos ofrece con su segunda entrega, una sugerente dosis de corrosivo rock para el alma.
Escucha el álbum completo aquí
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